Letania

(i)
Soy en tus palabras la pausa,
el silencio que escinde y restaura.
El remanente de tu huida,
un lecho en tu regreso.
Imperceptible aroma,
y la caricia que poco consuela.
Bacanal sin música,
en una noche sin sueños.

(ii)
De ti la sombra,
con pliegues de capa raída.
La verdad no dicha,
de los secretos, el misterio.
El miedo y la fatiga,
del tiempo la agria espera.
Aquella inefable e inexacta,
muerte del muerto.

(iii)
La indecisión de trasegar,
un camino que bifurca.
Atado por cadena perpetua,
al calabozo del Averno.
Soy la sal en las heridas,
como lo cierto de la mentira.
La sonrisa fingida,
el retozar del enfermo.

(iv)
La traición a la hidalguía,
de Cristo, las tres caídas.
La sed en la sequía,
la maldición del genio.
La flor que se marchita,
sobre aguas lénticas y podridas.
El aguijón que hiede e irrita,
como el humo del fuego.

(v)
Los días que nacen sin albas,
el suspenso, el sopor, la intriga.
El candor en pétrea despedida,
la tibia devoción de los ateos.
Entre tus amantes, Krimilda,
de las virtudes cardinales, la ira.
Las cien cabezas de la Hidra,
aunque, de los números, el cero.

(vi)
La nada que habitas,
el lamento que callas.
Una mirada evasiva,
que apunta hacia el asiento del eco.
De tu fe soy la duda,
piélago que trepa montañas.
Del célibe, húmeda lascivia,
y de todo cálculo, el yerro.

(vii)
La nube pasajera,
sobre el bajel a mediodía.
En la gruta sin comisura,
acierta la saeta de muérdago.
Soy del sabio la ignorancia
Del famélico, jactancia.
Un ayer sin mañana,
para los alquimistas, el hierro.

(viii)
Soy Gólgota y Tarpeya,
travesía de Aquiles y de Eneas
Del bien su antípoda,
del círculo su extremo.
De Lucifer la oscura letanía,
un lastre en la bahía.
La tortuosa calamidad,
de Ariadna en Náxos.

(ix)
La Helea sin las tragedias,
ni la península Anatolia.
Apocalipsis que no llega,
jinetes, que siguen acechando.
Libros que no compaginan,
con estos versos sin rima.
La holgadez en la vendimia,
de un doliente hipocondriaco.

(x)
La escala prohibida,
y de la depresión la cima.
Soy el rostro que enmascara,
y, entre los tonos, el negro.
Quise de tus palabras ser la pausa,
pero aún puesta la celada,
la coraza permanece vacía,
como un espejismo…

Como un espejismo en el desierto.